Thursday, July 12, 2007

Por lo menos 30 mil personas se movilizaron en Lima - El pueblo tomó las calles y rechazó política neoliberal del Apra

José Coronado
CCP – Minga Informativa

En lo que constituye la más contundente y multitudinaria movilización en lo que va del gobierno aprista, decenas de miles de hombres y mujeres marcharon este miércoles 11 de julio por las calles del centro de Lima, durante la Jornada Nacional de Lucha y primer día del paro nacional agrario, para expresar su rechazo a las políticas neoliberales del gobierno aprista y exigir solución a las demandas de los gremios en conflicto.

La Jornada de Lucha fue convocada por diferentes organizaciones sindicales, campesinas, magisteriales, así como por dirigentes de los principales partidos políticos nacionalistas y de izquierda, en Lima; en tanto, que en el interior del país, diversos frentes de defensa convocaron a paros regionales que 48 horas que culminarán este jueves 12 de julio.

Desde tempranas horas, escalones de los maestros Sindicato Unitario de Trabajadores de la Educación, SUTEP, quienes se encuentran en huelga indefinida; así como delegaciones de diferentes gremios afiliados a la Confederación General de Trabajadores del Perú, CGTP, empezaron a colmar la histórica Plaza Dos de Mayo, lugar de concentración de la movilización.

A ellos se sumaron delegaciones de la Central Unitaria de Trabajadores, CUT; de la Federación de Estudiantes del Perú, FEP; así como de las principales centrales agrarias y campesinas como la Confederación Campesina del Perú, CCP; la Confederación Nacional Agraria, CNA; y CONACAMI. Se unieron también agrupaciones de militantes del Partido Nacionalista, Partido Socialista, Movimiento Nueva Izquierda, Partido Comunista Peruano, así como otras fuerzas políticas y organizaciones sociales.

La fría mañana limeña fue de a pocos variando al calor de las consignas y lemas que los miles de manifestantes lanzaban a viva voz, para expresar su rechazo a las políticas neoliberales del gobierno aprista y su alianza con la derecha y el fujimorismo, así como para responder a los ataques que en los últimos días ha lanzado el régimen a través del propio presidente Alan García como el primer ministro Jorge del Castillo.

Frente a las huelgas y protestas que se han registrado en las últimas semanas en todo el país para exigir cambios en la política económica, la solución a sus demandas y el cumplimiento de las promesas electorales del aprismo, los máximos representantes del gobierno, solo han respondido con adjetivos considerados ofensivos por los sectores en protesta. Epítetos como “comechados” o “sinvergüenzas”, han sido lanzados por Alan García; o caracterizaciones de “pequeños grupos que se oponen al desarrollo del país”; y las manidas acusaciones de que “las protestas” son financiadas por el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, han sido los recursos del gobierno.

Por ello, durante el recorrido de la marcha hacia la céntrica Plaza San Martín, también fue copioso en lemas que respondían a las acusaciones presidenciales. “No tenemos presidente, tenemos delincuente”, “Alan comechado, cuándo has trabajado”; “ahora que diga que somos minoría”; fueron los lemas más comunes que se corearon, a las que sumó otra consigna que se ha hecho común en las últimas marchas de protesta como la de “Y va a caer, Alan García va a caer”.

Ya en la Plaza San Martín, colmada por la multitud se dio inicio a un mitin, en el que hablaron diferentes líderes sindicales, gremiales, campesinos y políticos, para reiterar las razones de la protesta, expresar el apoyo a los gremios en conflicto y exigir el cambio de la política neoliberal del gobierno. El rechazo al Tratado de Libre Comercio, TLC, que el gobierno aprista insiste en aprobar con Estados Unidos, fue otra de las demandas que plantearon los diversos oradores.

Entre ellos destacó la presencia del líder de la oposición Ollanta Humala, quien llamó a la unidad a todos los trabajadores, al movimiento social y los partidos políticos, y planteó la conformación de una Asamblea Nacional Popular, para darle continuidad a las luchas populares y exigir la convocatoria una Asamblea Constituyente, la revisión del TLC y los contratos con las empresas mineras.

Habló también el secretario general de la CGTP, Mario Huamán, quien demandó el cumplimiento de las promesas de Alan García; así como representantes de los gremios en conflicto como Luis Muñoz y Robert Huaynalaya del SUTEP, Antonín Huáscar de la CNA, en representación de lo gremios agrarios y campesinos. De igual manera, el líder socialista Javier Diez Canseco, el parlamentario José Vega y el dirigente político Héctor Béjar. A la movilización también acudieron diversos parlamentarios nacionalistas.

Mientras las intervenciones y los lemas retumbaban en la Plaza San Martín, a unas cuántas cuadras, en el Palacio de Gobierno, Alan García, el ministro de Educación Antonio Chang y la presidenta del Congreso Mercedes Cabanillas, celebraban la promulgación de la cuestionada Ley de la Carrera Pública Magisterial, que ha motivado la huelga de indefinida del magisterio nacional.

Si bien la jornada de protesta se concentró este miércoles 11 en Lima, el jueves 12 de julio continuará el paro agrario así como los paros regionales que han vienen acatando varias regiones del interior del país, sobre todo en Puno, Cusco, Arequipa, Apurímac, Ayacucho, regiones en las que incluso se evalúa la posibilidad de iniciar huelgas indefinidas. Un comentario ha sido común durante la movilización: estas jornadas de lucha del 11 y 12 de de julio, parecen haber marcado un punto de quiebre para el gobierno de Alan García y para el movimiento social y popular. El desenlace de los conflictos indicará hacia dónde se inclina la balanza.



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Minga Informativa de Movimientos Sociales
http://movimientos.org/

Tuesday, July 10, 2007

Bush Over a Barrel - Greg Palast takes a trip to Venezuela and gets a load of Chavecito:



Bush Over a Barrel

Greg Palast takes a trip to Venezuela and gets a load of Chavecito:


And what a load it is. Don't miss the appearance of Eva Golinger, who's been doing excellent work uncovering the State Dept. and the CIA's interference in Venezuela!

Imperialism and Fascism are on the Rise in the USA

by Prof. Rodrigue Tremblay

Global Research, July 9, 2007
thenewamericanempire.com/blog.

If Tyranny and Oppression come to this land, it will be in the guise of fighting a foreign enemy."

James Madison (1751-1836), 4th U.S. President and author of the U.S. Constitution

"When fascism comes to America, it will be wrapped in the flag and carring the cross."

Sinclair Lewis, (It Can't Happen Here, 1935)

"Unhappy events abroad have retaught us two simple truths about the liberty of a democratic people. The first truth is that the liberty of a democracy is not safe if the people tolerate the growth of a private power to a point where it becomes stronger than the democratic state itself. That, in its essence, is fascism - ownership of government by an individual, by a group, or by any other controlling private power."

Franklin D. Roosevelt (1882-1945), 32nd US President

"...An empire is a despotism, and an emperor is a despot, bound by no law or limitation but his own will; it is a stretch of tyranny beyond absolute monarchy. For, although the will of an absolute monarch is law, yet his edicts must be registered by parliaments. Even this formality is not necessary in an empire."

John Adams (1735-1826), 2nd American President

"I'm the commander in chief, see, I don't need to explain, I do not need to explain why I say things. That's the interesting part about being president. Maybe somebody needs to explain to me why they say something, but I don't feel like I owe anybody an explanation."

George W. Bush, quoted in Bob Woodward's book 'Bush at War'


It may be partly a consequence of the terrorist attacks of September 11, 2001, and the perceived rising external threat coming from fanatical Islamists, but it is undeniable that imperialism abroad and fascism at home are on the rise in 21st Century America. This is amazing, because, along with totalitarian communism, these were precisely the two most disastrous political diseases of the 20th Century against which the United States and other democracies fought. They led to two world wars and turned the 20th Century into the most murderous century in the history of mankind. —Such a development is important for the United States, but it is also of paramount importance for all the other democracies, because if the United States, which has one of the best democratic constitutions in the world, falls to a form of benign totalitarianism, what is the fate of democracy elsewhere?

Before we proceed, let us define a few terms. Indeed, what is imperialism? What is fascism? What is totalitarianism? And what is democracy?

Firstly, imperialism is the use of force in international relations outside the realm of international law and the requirements of self-defense, with the purpose of taking control of foreign countries, their populations and their resources, and with the express intention of changing their cultures or systems of government.

—The best book on imperialism is J.A. Hobson's Imperialism: A Study (1902).

Secondly, fascism is a political regime that is characterized by a high degree of concentration of power in the state, in one political party or in one person, accompanied by a messianic and belligerent form of nationalism, by the usurpation of legislative and judicial prerogative by the executive branch of the government, by the suppression of individual freedoms at home, by the worshipping of national symbols such as flags, and by a rise of militarism and the pursuit of military expansions abroad, often so as to avenge some perceived humiliation.

—One of the best books on fascism is Robert O. Paxton's The Anatomy of Fascism (2004).

Thirdly, totalitarianism is a broad concept concerning the exercise of power by one party or one person within a country through force, while being unrestrained by laws or by rules.

—Perhaps the best book on totalitarianism is Hannah Arendt's The Origins of Totalitarianism (1958).

Finally, democracy is a form of government where the citizens’ preferences are paramount in adopting public policies and where people elect a government of the people, by the people and for the people. It rests on the rule of law, the decentralization and separation of powers, and the protection of fundamental liberties and individual rights. It is the antithesis of imperialism, fascism and all types of totalitarianism.

— A classic analysis of American-style democracy is Alexis de Tocqueville's Democracy in America (1835).

Now, let us look at a few facts and events that have recently taken place in the United States. When they are placed together to form a whole, they form a powerful political and legal framework that could allow President George W. Bush or any other politician to run the United States by decree rather than by the will of the people.

First, there is the September 2002 Neocon imperialist doctrine adopted by the Bush-Cheney administration that was used to launch the March 2003 illegal military invasion of Iraq. This was done according to the imperialistic "Bush Doctrine" of pre-emptive wars1., of international unilateralism, and of American assertive military supremacy around the world. —According to this hubristic foreign policy doctrine, the United States could invade any country, especially in the Middle East, in order to impose a local democratic government friendly to the United States and its allies. The occupied country would then become a model to other countries which would adopt the same type of political regime and the same policies. —We all know how this new imperialistic doctrine has fared in Iraq and what have been its disastrous consequences.

The 2002 'Bush Doctrine', in asserting the right for the U.S. to invade other nations for vague reasons of social engineering, nation building or regime change, represents a repudiation of the Nuremberg Principles and the United Nations Charter's ban on wars of aggression, both strongly supported by American leaders sixty years ago. For example, the Nuremberg Charter stipulates that “To initiate a war of aggression…is not only an international crime, it is the supreme international crime." As for the U.N. Charter, its Preamble says that it has been established "to save succeeding generations from the scourge of war."

Second, in a manner somewhat reminiscent of the regime of Adolf Hitler suspending the right of habeas corpus in Germany on February 28, 1933, the Bush-Cheney regime also suspended the right of habeas corpus in the United States. Indeed, on October 17, 2006, President George W. Bush signed into law S.3930, the Military Commissions Act, a law that cancels the right of habeas corpus for foreigners accused of terrorism and for both Americans and foreigners who have been designated as “enemy combatants” by the Executive branch. Under this law, any individual, citizen or non-citizen, can be deprived of the protection of due process at the whim of the Executive branch, and be imprisoned indefinitely without legal recourse. —The United States is probably the only country in the world where the right of habeas corpus has been suspended and yet is still being called a 'democratic' country.

Third, the Defense Authorization Act of 2006 (H.R. 1815), passed by Congress on September 30 2006, and signed into law by President George W. Bush on October 17, 2006, empowers the president to impose martial law in the event of a terrorist “incident,” if he or other federal officials perceive a shortfall of “public order”. The resort to martial law could come, for example, as a response to a terrorist attack, but it is not excluded that it could be imposed if some antiwar protests were to get unruly or after any major political disturbance. Since the current Bush-Cheney administration got away with declaring a war abroad on a pretext, what would prevent them from imposing martial law at home also on a pretext?

Fourth, let us consider that when Congress passed the Insurrection Act in 1807, the purpose was to severely restrict the president’s ability to deploy the military within the United States. The Posse Comitatus Act of 1878, tightened these restrictions, imposing a two-year prison sentence on anyone who used the military within the U.S. without the express permission of Congress. Indeed, its Section 1385 .(Use of Army and Air Force as posse comitatus), as later amended, states that "Whoever, except in cases and under circumstances expressly authorized by the Constitution or Act of Congress, willfully uses any part of the Army or the Air Force as a posse comitatus or otherwise to execute the laws shall be fined under this title or imprisoned not more than two years, or both".

These protections are all gone now. —Indeed, the adoption of the John Warner National Defense Authorization Act for Fiscal Year 2007 (H.R. 5122) changed the name of the key provision in the statute book from “Insurrection Act” to “Enforcement of the Laws to Restore Public Order Act.” —While the U.S. Insurrection Act of 1807 stated that the president could deploy troops within the United States only “to suppress, in a State, any insurrection, domestic violence, unlawful combination, or conspiracy”, the new law allows the president not only to declare martial law and rule by decree, but it also gives the president the power to take charge of United States National Guard troops without the states’ governors’ authorization. The law also expands the list of such permissible cases for martial law to include “natural disaster, epidemic, or other serious public health emergency, terrorist attack or incident, or other condition”—and such “condition” is not defined or limited in scope. All the safeguards against the use of the military at home have been removed in favor of new powers being given to the president to do so nearly at his whim.

Fifth, the National Security and Homeland Security Presidential Directive, signed by President George W. Bush on May 4, 2007, an event that was generally not covered by U.S. mainstream media or discussed by the U.S. Congress, goes even further and declares that in the event of a “catastrophic event”, the president can become what is best described as a de facto dictator: "The President shall lead the activities of the Federal Government for ensuring constitutional government."

Sixth, on March 15, 2004, the National Security Agency's wire-tapping and domestic spying program, without proper judicial supervision, was authorized by the Bush-Cheney White House, without Justice Department approval and over the objections of then-Attorney General John Ashcroft. This was an illegal program of domestic spying, because it violated the 1978 Foreign Intelligence Surveillance Act, which established a panel of judges to hear wiretap requests in secret. When a government begins to violate the law, there is no way of knowing in advance where this will lead and how far it will go. It is an open field.

And seventh, there is the practice of submitting detainees to torture and to other degrading treatments despite the clear obligation not to do so under international law and under U.S. law. It is truly amazing that the Bush-Cheney White House had to be reminded by the Supreme Court, in June 2006, that it had to abide by the Geneva Conventions. —It seems they could not figure that out by themselves.

These are seven ominous developments among the most serious, some having gone nearly unnoticed within the United States, but which would have the Fathers of the U.S. Constitution turning in their graves, if they could see what has been done to their work. Technically, there is still a fair amount of personal liberty and freedom in the United States for the average person, but this could change at the drop of a hat, or more likely, at the stroke of a pen. Over the last six years, the Bush-Cheney administration has been unmistakably shifting the USA toward imperialism and toward fascism.

—This is not to deny that we live in dangerous and taxing times, but Americans should pray that no major catastrophic event occur under George W. Bush's watch, because all the necessary apparatus has been set into place to suspend liberties and freedoms and impose a fascist-like regime upon the American people when the pretext presents itself. This is a sobering thought.

[1] -Bush’s March 20, 2003 Iraq War was a preventive war, not a pre-emptive war, since there was no imminent military threat coming from Iraq. However, the Bush administration, in its September 19, 2002, so-called “Bush Doctrine” document, asserted that they were ready to “act preemptively”, “to forestall or prevent such hostile acts by our adversaries.” Also, when they raised the issue of the “mushroom cloud”, they justified (wrongly, I agree) their coming war as a pre-emptive one, not as a preventive one. So, in its official political vocabulary, the Bush-Cheney regime has affirmed that the Iraq War was a pre-emptive one, even if legally it was not.

Rodrigue Tremblay lives in Montreal and can be reached at rodrigue.tremblay@yahoo.com

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Rodrigue Tremblay is a frequent contributor to Global Research. Global Research Articles by Rodrigue Tremblay

Tercer aniversario de la operación Milagro

por AIN *, Iris Armas Padrino

Cuba ha ofrecido en los últimos tres años atención médica gratuita a casi 700 mil pacientes de 28 países de América Latina y el Caribe, gracias a la Misión Milagro, iniciativa que forma parte de la Alternativa Bolivariana para Las Américas (ALBA).


El proyecto humanitario, destinado a tratar quirúrgicamente a aquellos afectados de ceguera o deficiencia visual corregible, comenzó el 10 de julio del 2004 en el Instituto Oftalmológico Ramón Pando Ferrer, al oeste de la capital cubana, donde fueron operados los primeros pacientes venezolanos.

El doctor Marcelino Río Torres, director de la referida institución, insigne en la oftalmología de la nación antillana, recordó a la AIN que el nueve de julio en horas de la noche el Comandante en Jefe Fidel Castro visitó ese centro y planteó la posibilidad de comenzar la Misión Milagro, puesta en práctica al día siguiente.

Ese año fueron intervenidos unos 14 mil pacientes y en el 2005 se incorporaron otras instituciones como los hospitales capitalinos Hermanos Ameijeiras y el Calixto García, y se le denominó Misión Milagro 2, mediante la cual atendieron a habitantes de más de una veintena de países, refirió el también Presidente de la Sociedad Cubana de Oftalmología.

Posteriormente empezaron a prestar servicio las provincias de Camagüey, Cienfuegos, Santiago de Cuba y Matanzas, y se denominó Misión Milagro 3, y hasta mediados del presente 2007, cuando ascienden ya a unos 700 mil los beneficiados.

Este proyecto tiene el objetivo de operar a unos seis millones de personas en 10 años, tanto en Cuba como en los centros oftalmológicos habilitados en otras naciones y eliminar la ceguera dentro de las posibilidades, puntualizó.

Como parte de tal iniciativa, la Isla ha donado cerca de 40 centros oftalmológicos, instalados en Venezuela, Bolivia, Guatemala, Honduras, Ecuador, Panamá, Nicaragua, Mali y Haití, en los cuales laboran unos 600 profesionales de la salud pública cubana, entre ellos cerca de 200 oftalmólogos.

Según estimados de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el mundo existen más de 37 millones de personas ciegas por causas prevenibles, de ellas más de un millón y medio son niños menores de 16 años.

En el Tercer Mundo las principales causas de ese mal son la Catarata, Glaucoma, Retinopatía Diabética, enfermedades infecciosas como el Tracoma y la Oncocercosis, y la deficiencia de vitamina A.

Otras afecciones oftalmológicas como el pterigium, párpado caído, y estrabismo poseen una alta frecuencia en la población infantil y adulta, refiere la propia OMS.

Desde el 2004 y hasta mediados de junio, casi 135 mil cubanos han sido beneficiados asimismo con la Operación Milagro, cuyo pesquisaje masivo se inició en Pinar del Río y está en proceso de extensión en La Habana y Matanzas; y paulatinamente al resto de las provincias, precisó la misma fuente.

El doctor Río encomió los esfuerzos del Gobierno de la Isla cubano en la adquisición de tecnología de avanzada al nivel de países desarrollados, cuyo equipamiento se ha extendido a las 24 instituciones cubanas involucradas en este plan. Entre esos equipos se incluye el exímer láser, una novedosa técnica para abordar enfermedades refractivas.

Al triunfo de la Revolución, Cuba poseía 118 oftalmólogos, de ellos permanecieron 37, luego del éxodo alentado por Estados Unidos, pero hoy ya suman casi mil profesionales y en el curso que concluye egresarán otros 265.

La Misión Milagro contribuye a la búsqueda de soluciones a algunos de los grandes problemas de la humanidad, como el de muchas personas pobres, condenadas a vivir en tinieblas durante varias décadas.

AIN
Agencia Cubana de Noticias
http://www.ain.cu/

Monday, July 09, 2007

Los otros “Piratas del Caribe”

Atilio Boron

ALAI AMLATINA, 09/07/2007, Buenos Aires.- Tariq Ali, el notable intelectual pakistaní radicado en Londres, uno de los más agudos críticos del capitalismo y de las políticas imperialistas impulsadas por la Casa Blanca en todo el planeta, acaba de publicar un libro extraordinario. Su título: Piratas del Caribe. El eje de la esperanza (Buenos Aires: Ediciones Luxemburg, 2007). En este volumen, el autor, hombre que ya el público hispanohablante conoce a través de sus ensayos y novelas como El choque de los fundamentalismos y Bush en Babilonia: La recolonización de Irak, analiza con brillantez y una elegancia estilística poco común el itinerario recorrido por la Revolución Cubana, el bolivarianismo venezolano, la experiencia de gobierno de Evo Morales en Bolivia y la más reciente de Rafael Correa en Ecuador. Pero el autor no se limita a incursionar sobre la problemática de estos cuatro países: sus conocimientos y frecuentes viajes por la región amén de las múltiples entrevistas sostenidas con algunos de los más importantes líderes de la izquierda latinoamericana lo facultan para formular incisivos comentarios sobre los gobiernos de la decepcionante “centro-izquierda” latinoamericana, principalmente Argentina, Brasil y Chile. La sutil ironía con que el autor critica las distintas versiones del pensamiento de la derecha –y también de la pseudo-izquierda– contribuye a acrecentar aún más el atractivo de su obra.
El libro, cuya lectura fluye con singular facilidad gracias a la privilegiada pluma de su autor, examina en profundidad los fundamentos históricos y estructurales de los procesos revolucionarios –consolidados o en ciernes– y las transformaciones políticas en curso en la región. Todo esto haciendo gala de un estilo polémico, a la vez llano e incisivo, en donde la demolición de los argumentos más socorridos del pensamiento único en sus distintas variantes se realiza apelando a contundentes evidencias sabiamente combinadas con un humor muy refinado que deja a las víctimas de su crítica totalmente desarmadas.
Pero Piratas del Caribe no se limita a exponer las llagas del capitalismo en América Latina y el Caribe. Es asimismo un vibrante alegato a favor del socialismo y nuestras luchas emancipadoras y un ensayo crítico que denuncia implacablemente la forma en que la autodenominada “prensa seria” tergiversa permanentemente las noticias relativas a nuestra región. Se trata de una política sistemática y persistente de desinformación de masas que hace de la mentira y la manipulación informativa instrumentos cotidianos para consolidar la hegemonía ideológica del neoliberalismo. En el libro se comprueba la forma en que Le Monde, El País, The New York Times, The Economist y el Financial Times distorsionan groseramente con sus crónicas e informes especiales la visión difundida sobre los países que concentran la animosidad del imperio y sus aliados, y la estratégica función política desempeñada por esa prensa en la perpetuación del sometimiento de nuestros pueblos.
No se trata, como podría pensarse en un alarde de ingenuidad, de “errores” atribuibles a la superficialidad con que despistados corresponsales observan ciertos hechos o a la inevitable premura del ritmo periodístico. Son, en cambio, productos de una política premeditada, sistemática y persistente de desinformación de masas, eso que en un notable y pionero trabajo Noam Chomsky denominara la “fabricación del consenso”. Política que constituye un componente fundamental de la “batalla de ideas” y que ha hecho de la mentira y de la manipulación informativa instrumentos cotidianos de lucha para consolidar lo que en términos gramscianos podría denominarse “la dirección intelectual y moral” de la sociedad, componente esencial de la hegemonía global del neoliberalismo. Ali desmonta en algunos pasajes ejemplares de su libro la forma en que las falsedades e infundios son presentados por la supuesta “prensa seria” como si fueran informaciones veraces y objetivas, siendo el propósito de esta manipulación no otro que el de confundir al lector, al oyente o al televidente; desorientarlo y desinformarlo para, posteriormente, facilitar su movilización en contra de los gobiernos que intentan construir un mundo mejor. La evidencia que ofrece es tan contundente que cuesta imaginarse a alguien que, luego de conocer los antecedentes que se proporcionan en el libro, no sea ganado por un sentimiento de indignación ante la aviesa manipulación de que es objeto por los mercaderes de la información al servicio del capital.
En relación a la cobertura que hiciera la “prensa seria” del golpe de estado de abril de 2002 en Venezuela, Ali plantea:

“La cobertura del golpe que hizo la prensa a ambos lados del Atlántico –The Economist y el Financial Times– fue previsiblemente tendenciosa, desplegando con frecuencia una inclinación hacia la fantasía y la expresión de deseos más que a informar sobre la realidad sociopolítica. Los respectivos corresponsales en Caracas eran Philip Gunson (quien también trabaja como corresponsal del Miami Herald y como reportero antichavista “todo terreno” donde se lo precise) y Andrew Webb-Vidal. El dúo se posicionó permanentemente detrás de la oligarquía venezolana y sus partidos políticos. Contemplando la situación desde este punto de vista privilegiado, estos dos reptantes periodistas se convirtieron en los principales garantes de la llama oligárquica en los medios occidentales. El pasado de izquierda de Gunson como partidario de la Revolución Sandinista en Nicaragua y su desencanto luego de que esta colapsara amargaron su visión de Venezuela. Resentido y cínico, se transformó en un fervoroso opositor al proceso bolivariano, ligeramente avergonzado durante los primeros años, pero más y más rabioso en cuanto Chávez comenzó a crecer en figura y fuerza. Webb-Vidal –menos inteligente, pero más sesgado– desarrolló un tono, un método y una ética periodística de artículos de denuncia que, curiosamente, tenían reminiscencias con el Pravda de la época de Brezhnev. Este sórdido juglar de un orden social desprestigiado no escondió sus simpatías oligárquicas y el Financial Times no encontró razón para cuestionar su ‘objetividad’” (pp. 22-23).

Para quienes padecemos a diario la lectura de la “prensa seria” en América Latina –o nos sometemos masoquísticamente ante las cadenas televisivas o radiales que prevalecen en nuestros países– lo anterior no hace sino ratificar un modelo de comportamiento político harto conocido. No obstante, algunos pensábamos que estas cosas se harían con un poco de mayor recato en los medios de comunicación de los capitalismos desarrollados. Estábamos equivocados. Otros, más ingenuos aún, se sorprenden ante la pasividad de Reporteros sin Fronteras o de la Sociedad Interamericana de Prensa ante tamañas afrentas a la labor periodística. Nueva desilusión. ¿Y qué decir del medio que durante largo tiempo fuera considerado como un verdadero modelo de “periodismo serio” y, para más señas, “progresista”: Le Monde? Un análisis exhaustivo del modo en que este periódico hoy (des)informa a sus lectores permite calibrar los alcances de su involución como periódico. El desprecio por sus lectores y por el tan pregonado “derecho a la información” (que no puede circunscribirse a los emisores de la misma –el derecho a informar– sino que debe remitir fundamentalmente al derecho que tienen quienes la reciben a ser informados de manera objetiva y verídica) queda evidenciado no sólo en la superficialidad de los reportes despachados por sus corresponsales desde Venezuela sino también en su imperdonable arbitrariedad, en la selectividad política con que nutren sus noticias y en el sesgo oposicionista que las informa. La abierta toma de partido de Le Monde en contra de Chávez y la revolución bolivariana lleva a nuestro autor a preguntarse:

“¿El partido de Le Monde distribuye, al menos, un periódico que informa a sus lectores? Este es un problema sobre el que volveremos en algún momento, ya que de los 500 artículos de todos los tamaños que Le Monde ha dedicado, más o menos directamente, a Venezuela desde 1999, ni uno solo brinda detalles acerca de la Constitución Bolivariana, ni uno solo ofrece precisiones sobre los decretos adoptados en 2001, ni uno solo explica las ‘misiones’ fomentadas por el gobierno. Ni siquiera con el propósito de evaluarlos. Escasamente, unos pocos párrafos al azar enmarcados en artículos de ‘análisis’ o ‘comentarios’. Sin embargo, para Le Monde no existen dudas: el gobierno de Chávez es una forma de ‘nacional-populismo tropical’ [...] Y de todos los medios, como afirmábamos anteriormente, Le Monde no es el peor… pero es un referente” (p. 191).

Párrafo aparte merece la forma en que Ali encara su examen de las dos experiencias de transformación social más antiguas de la región. Es un análisis sin concesiones ni facilismos de alguien inequívocamente identificado con los procesos emancipadores de Cuba y Venezuela pero que, al mismo tiempo –y desde adentro de los mismos, lo cual es muy importante– no oculta sus críticas a algunos aspectos o episodios que contrarían sus convicciones. Su análisis de la revolución cubana entrelaza magistralmente la visita de Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir a la isla en 1960, las tropelías de Washington a lo largo de medio siglo, los avatares de la Revolución Cubana y sus diálogos con los cubanos durante la visita que realizara en el 2005. Una buena muestra de lo que es el libro lo ofrece la narración del encuentro de su autor con intelectuales, artistas y público interesado que tuvo lugar en La Habana en Casa de las Américas. El pasaje dice lo siguiente:

“Antes de intercambiar recuerdos, una mujer canosa y vivaz me pide que le explique ‘su actitud hacia nuestra revolución’. Le respondo:

“Era también nuestra revolución. Crecimos juntos. Mi generación se enamoró de la Revolución Cubana. Era el elemento lírico que nos atraía. El elemento que condiciona la psicología y la moral de cualquier sociedad. Leíamos sus libros, colgábamos en nuestras paredes esos pósters fascinantes que producían, reeditábamos en nuestras revistas discursos de Fidel y el Che, los defendíamos contra los marxistas dogmáticos que no creían que hubieran hecho una revolución y contra los liberales que sí lo creían... y porque los amábamos, creíamos en ustedes. Luego nos traicionaron yéndose a la cama con un burócrata feo y gordo llamado Brezhnev, y defendieron la invasión a Checoslovaquia del Pacto de Varsovia, y este giro afectó su cultura, y el elemento lírico prácticamente desapareció, y entonces nos tuvimos que separar.
“Hubo algunas sonrisas tristes y luego silencio, hasta que mi interlocutora volvió a hablar:

“¿Y ahora?

“Ahora –le respondí– estamos los dos viejos. Nos necesitamos. Es el amor en los tiempos del cólera” (pp. 130-131).

Tiempos del cólera que encuentra a Tariq Ali y a un sector creciente de intelectuales y artistas (basta recordar el carácter multitudinario e internacional de los sucesivos Encuentros en Defensa de la Humanidad) y, por supuesto, de hombres y mujeres de todo el mundo, solidarios con Cuba, Venezuela, Bolivia y Ecuador; con los movimientos sociales y las fuerzas políticas que luchan por la emancipación de nuestros pueblos y cada vez más compenetrados con la impostergable necesidad de poner fin no sólo a la pesadilla neoliberal sino al sistema capitalista en su conjunto, convertido en una mortal amenaza para la sobrevivencia de la especie humana. El papel de Fidel en el mantenimiento de la llama sagrada de la revolución, no sólo en Cuba sino en toda América Latina, cuando cundían el desconcierto y el derrotismo, es elocuentemente subrayado en el libro. Inspirado en la obra de Hemingway, El Viejo y el Mar, Ali dedica un capítulo entero al Comandante bajo el título de “El Viejo y la Revolución”. En él dice, entre otras cosas:

“Frecuentemente insultado por la Casa Blanca y tratado como una reliquia pasada de moda, Castro se mantiene firme. Si se viaja con frecuencia por América Latina, es difícil evitar su presencia. Se ha convertido en un ícono continental de la talla de Martí y Bolívar. Su historia y su ubicación geográfica ayudaron a Cuba a evitar el destino de Europa del Este.

“¿Por qué Fidel no se retiró como Nelson Mandela? Porque sabía que la lucha todavía no estaba terminada; que La Habana no era Johannesburgo; que ningún millonario de Miami ayudaría a construir su estatua en tamaño real para que sirva de telón de fondo para fotografiar a delegaciones visitantes de empresarios del mundo globalizado, ansiosos por hacer negocios con el gobierno cubano. Y fundamentalmente porque, al igual que Bolívar, piensa en continentes, no en balances bancarios. Tiene un sentido real de la historia, sus zig-zags, sus sorpresas y su originalidad. Veinte años atrás, pocos hubieran creído que las aspiraciones expresadas en la Primera Declaración de La Habana recibirían un ímpetu tremendo mediante elecciones democráticas en Venezuela y Bolivia” (pp. 147-148).

Ali es plenamente conciente de la irreemplazable contribución hecha por la Cuba revolucionaria para el sostenimiento de las luchas cuando parecía que el imperialismo iría a arrasar con todo. Sólo Fidel estaba absolutamente convencido de que Cuba podía resistir el brutal golpe que significó el derrumbe de la Unión Soviética, dejando a la isla a merced de la desbocada agresividad del imperio. También de que más pronto que tarde la heroica resistencia del David caribeño iría a desencadenar un juego de fuerzas que se traduciría en el despertar de los pueblos de nuestra América. Sus extraordinarias dotes de liderazgo –una peculiarísima combinación del idealismo y sed de justicia de Don Quijote con la férrea voluntad de Ignacio de Loyola– tuvieron la virtud de galvanizar una resistencia popular que sin la ejemplaridad de su máximo dirigente tal vez no hubiera sido posible alcanzar. Como lo demuestra en sus páginas este libro, ese pensar en continentes y en procesos históricos de larga duración requiere de un liderazgo dotado de una visión que llega mucho más lejos que el común de los mortales. Exige además una inusual amalgama de inteligencia teórica (que lo faculta para comprender el mundo en que vivimos) y de férrea voluntad política. O, dicho en otros términos, una síntesis harto infrecuente entre capacidad intelectual y el coraje y el valor tan exaltados en la filosofía política de la Grecia clásica. Exaltados también por el propio Maquiavelo, cuando definía al gran estadista, a los fundadores de estados y civilizaciones, como aquellos que sabían combinar la astucia o sabiduría del zorro con la fuerza del león. Y, como se comprueba aquí una vez más, Fidel ha combinado ambas cosas a la perfección a lo largo de más de medio siglo.
El libro de Tariq Ali, en suma, aporta una valiosa mirada panorámica sobre la política latinoamericana contemporánea y, muy especialmente, sobre los avatares de los intrépidos “Piratas del Caribe” que, como bien se deja sentado en el subtítulo de su libro, constituyen una alentador “eje de la esperanza” para nuestros pueblos.


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Sunday, July 08, 2007

Reflexiones del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz sobre La tiranía mundial

Afirma Fidel que los que constituyeron la nación norteamericana no pudieron imaginar que lo que entonces proclamaban llevaba, como cualquier otra sociedad histórica, los gérmenes de su propia transformación

Correo: digital@jrebelde.cip.cu
08 de julio de 2007 01:32:51 GMT

Los fundamentos de la máquina de matar

Los que constituyeron la nación norteamericana no pudieron imaginar que lo que entonces proclamaban llevaba, como cualquier otra sociedad histórica, los gérmenes de su propia transformación.

En la atractiva Declaración de Independencia de 1776, que el pasado miércoles cumplió 231 años, se afirmaba algo que de una forma u otra nos cautivó a muchos: “Sostenemos como verdades evidentes que todos los hombres nacen iguales; que a todos les confiere su Creador ciertos derechos inalienables entre los cuales se cuentan la vida, la libertad y la consecución de la felicidad; que para asegurar estos derechos se instituyen entre los hombres gobiernos cuyos justos poderes derivan del consentimiento de los gobernados; que siempre que una forma de gobierno tienda a destruir esos fines, el pueblo tiene derecho a reformarla o abolirla, e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios y organice sus poderes en la forma que a su juicio garantice mejor su seguridad y felicidad.”

Era el fruto de la influencia de los mejores pensadores y filósofos de una Europa agobiada por el feudalismo, los privilegios de la aristocracia y las monarquías absolutas.

Juan Jacobo Rousseau afirmó en su famoso Contrato Social: “El más fuerte no es nunca suficientemente fuerte para ser el amo, si no transforma la fuerza en derecho y la obediencia en deber.” [...] “La fuerza es un poder físico; no veo qué moralidad pueda derivarse de sus efectos. Ceder a la fuerza es un acto de necesidad, no de voluntad.” [...] “Renunciar a la libertad es renunciar a la calidad del hombre, a los derechos de la Humanidad, incluso a sus deberes. No hay recompensa posible para aquel que renuncia a todo.”

En las 13 colonias independizadas existían adicionalmente formas de esclavitud tan atroces como en los tiempos antiguos. Hombres y mujeres eran vendidos en subasta pública. La emergente nación surgía con religión y cultura propias. Los impuestos sobre el té fueron la chispa que desató la rebelión.

En aquellas infinitas tierras los esclavos siguieron siéndolo durante casi 100 años, y después de dos siglos sus descendientes padecen las secuelas. Había comunidades indígenas que eran los legítimos pobladores naturales, bosques, agua, lagos, rebaños de millones de bisontes, especies naturales de animales y plantas, abundantes y variados alimentos. No se conocían los hidrocarburos ni los enormes despilfarros energéticos de la sociedad actual.

La misma declaración de principios, si se hubiese proclamado en los países abarcados por el desierto del Sahara, no habría creado un paraíso de inmigrantes europeos. Hoy habría que hablar de los inmigrantes de los países pobres, que por millones cruzan o tratan de cruzar las fronteras de Estados Unidos cada año en busca de trabajo y no tienen derecho ni a la paternidad de sus hijos si nacen en el territorio norteamericano.

La Declaración de Filadelfia se redacta en una época en que sólo existían pequeñas imprentas y las cartas tardaban meses en llegar de un país a otro. Podían contarse uno a uno los pocos que sabían leer o escribir. Hoy la imagen, la palabra, las ideas llegan en fracciones de segundo de un rincón a otro del planeta globalizado. Se crean reflejos condicionados en las mentes. No puede hablarse del derecho al uso sino al abuso de la libre expresión y la enajenación masiva. A la vez, con un pequeño equipo electrónico cualquier persona, en época de paz, puede hacer llegar al mundo sus ideas sin que lo autorice Constitución alguna. La lucha sería de ideas, en todo caso masa de verdades contra masa de mentiras. Las verdades no necesitan publicidad comercial. Nadie podría estar en desacuerdo con la Declaración de Filadelfia y el Contrato Social de Juan Jacobo Rousseau. En ambos documentos se sustenta el derecho a luchar contra la tiranía mundial establecida.

¿Podemos ignorar las guerras de saqueo y las carnicerías que se les imponen a los pueblos pobres, que constituyen las tres cuartas partes del planeta? ¡No! Son muy propias del mundo actual y de un sistema que no puede sostenerse de otra forma. A un costo político, económico y científico enorme, la especie humana es conducida al borde del abismo.

Mi objetivo no es reiterar conceptos mencionados en otras reflexiones. Partiendo de hechos sencillos, mi propósito es ir demostrando el inmenso grado de hipocresía y la ausencia total de ética que caracterizan las acciones, caóticas por naturaleza, del gobierno de Estados Unidos.
En “La máquina de matar”, publicada el pasado domingo, dije que el intento de envenenarme a través de un funcionario del gobierno cubano que tenía acceso a mi oficina, lo conocimos por uno de los últimos documentos desclasificados de la CIA. Era una persona sobre la que debía buscar información, pues no tenía a mano los elementos de juicio necesarios. De hecho pedía excusas si lastimaba los sentimientos de algún descendiente, fuera o no culpable la persona mencionada. Continué después analizando otros temas importantes de las revelaciones de la CIA.

En los primeros tiempos de la Revolución yo visitaba casi todos los días el recién creado Instituto Nacional de la Reforma Agraria, ubicado donde se encuentra hoy el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. No se podía contar todavía con el Palacio de la Revolución, donde entonces radicaba el Palacio de Justicia. Su construcción fue un suculento negocio del régimen derrocado. La ganancia principal consistía en el incremento del valor de las tierras, de las que habían sido desalojadas miles de personas a las que yo, como abogado recién graduado, defendí gratuitamente durante meses antes del golpe de estado de Batista. Lo mismo ocurría con otras edificaciones lujosas que en muchos casos estaban por terminarse.

Desde las oficinas del INRA escuché, el 4 de marzo de 1960, la estremecedora explosión de La Coubre y observé la oscura columna de humo que emergía del puerto de La Habana. Vino rápido a mi mente la idea del barco cargado de granadas antitanques y antipersonales que podían ser lanzadas por los fusiles FAL adquiridos en Bélgica, país nada sospechoso de comunismo. De inmediato bajé para dirigirme al lugar. En el trayecto, por el ruido y el vibrar del tránsito, no pude percatarme de la segunda explosión que se produjo. Más de 100 personas murieron y decenas de ellas quedaron mutiladas. Del sepelio de las víctimas nació, espontáneo, el grito de Patria o Muerte.

Se conoce que todo fue minuciosamente programado desde el puerto de embarque por la Agencia Central de Inteligencia. El barco había transitado por los puertos de Le Havre, Hamburgo y Amberes. En este último, de Bélgica, se cargaron las granadas. En las explosiones murieron también varios tripulantes franceses.

¿Por qué, en nombre de la libertad de información, no se desclasifica un solo documento que nos diga cómo la CIA hace ya casi medio siglo hizo estallar el vapor La Coubre y cortar el suministro de armas belgas, que la propia agencia admitiera el 14 de junio de 1960 era una preocupación muy importante de Estados Unidos?

¿A qué dedicaba yo mi tiempo en los días febriles que precedieron al ataque por Girón?
La primera limpieza en grande del Escambray tuvo lugar en los meses finales de 1960 y comienzos de 1961. En la misma participaron más de 50 mil hombres, casi todos procedentes de las antiguas provincias de La Habana y Las Villas.

Un río de armas estaba llegando en barcos de la URSS que no estallaban al llegar a los puertos. Fue inútil intentar comprarlas de otra procedencia y así evitar los pretextos que Estados Unidos usó para agredir a Guatemala, lo que costó a lo largo del tiempo, entre muertos y desaparecidos, más de cien mil vidas a ese país.

Adquirimos en Checoslovaquia las armas ligeras y un número de antiaéreas de 20 milímetros y doble cañón. Los tanques con cañones de 85 milímetros, artillería blindada de 100, cañones antitanques de 75, morteros, obuses y cañones de grueso calibre, hasta los de 122 milímetros, y antiaéreas ligeras y pesadas, venían directamente de la URSS.

Un año por lo menos habría tardado la formación del personal necesario para utilizar aquellas armas siguiendo métodos tradicionales. Se llevó a cabo en cuestión de semanas. A esa tarea fundamental dedicábamos prácticamente el ciento por ciento de nuestro tiempo casi dos años después del triunfo de la Revolución.

Conocíamos la inminencia del ataque, pero no cuándo y cómo se produciría. Todos los posibles puntos de acceso estaban defendidos o vigilados. Los jefes, en su sitio: Raúl en Oriente, Almeida en el centro y el Che en Pinar del Río. Mi puesto de mando estaba en la capital: una antigua casa burguesa adaptada para ello en la margen derecha más alta del río Almendares, próximo al punto donde desemboca al mar.

Era ya de día, el 15 de abril de 1961, y desde las primeras horas de la madrugada allí estaba yo recibiendo noticias de Oriente, adonde llegó, procedente del Sur de Estados Unidos, un barco bajo el mando de Nino Díaz, con un grupo de contrarrevolucionarios a bordo vestidos de uniforme verde olivo similar al de nuestras tropas, para realizar un desembarco por la zona de Baracoa. Lo hacían como maniobra de engaño respecto al sitio exacto de la dirección principal, para crear la mayor confusión posible. El buque estaba ya a tiro directo de los cañones antitanques, en espera del desembarco, que al fin no se realizó.

A la vez informaban que el 14 por la noche había estallado, en vuelo de exploración sobre la zona del posible desembarco, uno de nuestros tres cazas a chorro, de entrenamiento pero capaces de combatir, sin duda una acción yanqui desde la Base Naval de Guantánamo u otro punto del mar o del aire. No había radares para determinar con exactitud lo ocurrido. Así murió el destacado piloto revolucionario Orestes Acosta.

Desde el puesto de mando mencionado me tocó ver los B-26 que volaban casi rasantes sobre el lugar y, a los pocos segundos, escuchar los primeros cohetes lanzados sorpresivamente contra nuestros jóvenes artilleros, que en gran número se entrenaban en la base aérea de Ciudad Libertad. La respuesta de aquellos valientes fue casi instantánea.

No tengo, por otro lado, la menor duda de que Juan Orta fue traidor. Los datos pertinentes sobre su vida y conducta están donde deben estar: en los archivos del Departamento de Seguridad del Estado, que nació por aquellos años bajo el fuego graneado del enemigo. Los hombres de mayor conciencia política fueron asignados a esa actividad.

Orta había recibido las pastillas envenenadas que propusieron Giancana y Santos Trafficante a Maheu. La conversación de este último con Roselli, que haría el papel de contacto con el crimen organizado, tuvo lugar el 14 de septiembre de 1960, meses antes de la elección y toma de posesión de Kennedy.

El traidor Orta no tenía méritos especiales. Mantuve correspondencia con él cuando buscábamos el apoyo de emigrantes y exiliados en Estados Unidos. Era apreciado por su aparente preparación y su actitud servicial. Para eso tenía especial habilidad. Después del triunfo de la Revolución, en un importante período tenía con frecuencia acceso a mí. Partiendo de las posibilidades que entonces tuvo, creyeron que podía introducir el veneno en un refresco o un jugo de naranja.

Había recibido dinero del crimen organizado por ayudar supuestamente a reabrir los casinos de juego. Nada tuvo que ver con esas medidas. Fuimos nosotros quienes tomamos la decisión. La orden inconsulta y no colegiada de Urrutia de cerrarlos creaba caos y promovía las protestas de miles de trabajadores del sector turístico y comercial, cuando el desempleo era muy alto.

Tiempo después, los casinos fueron cerrados definitivamente por la Revolución.
Cuando le entregan el veneno, al revés de lo que ocurría en los primeros tiempos, eran muy pocas las posibilidades de que Orta se encontrara conmigo. Yo estaba totalmente ocupado en las actividades relatadas anteriormente.

Sin decir una palabra a nadie sobre los planes enemigos, el 13 de abril de 1961, dos días antes del ataque a nuestras bases aéreas, Orta se asiló en la embajada de Venezuela, que Rómulo Betancourt había puesto al servicio incondicional de Washington. A los numerosos contrarrevolucionarios asilados allí no se les concedió permiso de salida hasta que amainaron las brutales agresiones armadas de Estados Unidos contra Cuba.

Ya habíamos tenido que lidiar en México con la traición de Rafael del Pino Siero, quien habiendo desertado cuando faltaban días para nuestra salida hacia Cuba, fecha que él ignoraba, vendió a Batista por 30 mil dólares importantes secretos que tenían que ver con una parte de las armas y la embarcación que nos transportaría a Cuba. Con refinada astucia dividió la información para ganar confianza y garantizar el cumplimiento de cada parte. Primero recibiría algunos miles de dólares por la entrega de dos depósitos de armas que conocía. Una semana después entregaría lo más importante: la embarcación que nos traería a Cuba y el punto de embarque. A todos se nos podía capturar junto con las demás armas, pero antes le debían entregar la totalidad del dinero. Algún experto yanqui seguramente lo asesoró.
A pesar de esa traición, partimos de México en el yate “Granma” en la fecha prevista. Algunas personas que nos apoyaban creían que Pino jamás traicionaría, que su deserción se debía al disgusto por la disciplina y el entrenamiento que le exigí. No diré cómo supe de la operación urdida entre él y Batista, pero la conocí con precisión y adoptamos las medidas pertinentes para proteger el personal y las armas en el tránsito hacia Tuxpan, punto de partida. No costó un centavo aquella valiosa información.

Cuando finalizó la última ofensiva de la tiranía en la Sierra Maestra, tuvimos que lidiar igualmente con los trucos temerarios de Evaristo Venereo, un agente del régimen que, disfrazado de revolucionario, trató de infiltrarse en México. Era el enlace con la policía secreta de aquel país, órgano muy represivo al que asesoró en el interrogatorio de Cándido González, a quien pusieron en ese momento una venda en los ojos. Era uno de los pocos compañeros que conducía el carro en que yo me movía allí, militante heroico asesinado después del desembarco.

Evaristo volvió después a Cuba. Tenía el encargo de asesinarme cuando nuestras fuerzas avanzaban ya hacia Santiago de Cuba, Holguín, Las Villas y el Occidente de nuestro país. Esto se conoció en detalles cuando se ocuparon los archivos del Servicio de Inteligencia Militar. Está documentado.

He sobrevivido a numerosos planes de asesinato. Sólo el azar y el hábito de observar cuidadosamente cada detalle nos permitieron sobrevivir a los ardides de Eutimio Guerra en los días iniciales y más dramáticos de la Sierra Maestra, a todos los que después fueron conocidos como jefes de la Revolución triunfante: Camilo, el Che, Raúl, Almeida, Guillermo. Habríamos muerto posiblemente cuando estuvieron a punto de exterminarnos con un ridículo cerco de nuestro desprevenido campamento, guiados por el traidor. En el breve choque que se produjo, tuvimos una dolorosa baja, la de un obrero azucarero negro maravilloso y activo combatiente, Julio Zenón Acosta, quien se adelantó unos pasos y cayó a mi lado. Otros sobrevivieron al mortal peligro y cayeron combatiendo posteriormente, como Ciro Frías, excelente compañero y prometedor jefe, en Imías, en el Segundo Frente; Ciro Redondo, que combatía fieramente al enemigo con fuerzas de la columna del Che, en Marverde, y Julito Díaz que, disparando sin cesar su ametralladora calibre 30, murió a pocos pasos de nuestro puesto de mando en el ataque a El Uvero.

Estábamos emboscados en un lugar bien escogido, esperando al enemigo, porque nos habíamos percatado del movimiento que iba a realizar ese día. Nuestra atención se descuida solo unos minutos cuando llegaron dos hombres del grupo, que habíamos enviado como exploradores horas antes de tomar la decisión de movernos, y regresaron sin información alguna.
Eutimio guiaba al enemigo con guayabera blanca, lo único que se veía en el bosque del Alto de Espinosa, donde lo estábamos esperando. Batista tenía elaborada la noticia de la liquidación del grupo, que era segura, y citada la prensa. Por exceso de confianza, habíamos subestimado en realidad al enemigo, que se sustentaba en las debilidades humanas. Éramos en ese momento alrededor de 22 hombres bien curtidos y escogidos. Ramiro, lesionado en una pierna, se recuperaba lejos de nosotros.

De gran golpe, por el movimiento que realizamos a última hora, se libró ese día la columna de más de 300 soldados que avanzaban en fila india por el escarpado y boscoso escenario.
¿Cómo funcionó aquella máquina frente a la Revolución en Cuba?

En fecha tan temprana como el mes de abril de 1959 visité Estados Unidos invitado por el Club de Prensa de Washington. Nixon se dignó recibirme en su oficina particular. Después afirma que yo era un ignorante en materia de economía.

Tan consciente estaba yo de esa ignorancia, que matriculé tres carreras universitarias para obtener una beca que me permitiera estudiar Economía en Harvard. Tenía vencidas ya y examinadas todas las asignaturas de la carrera de Derecho, Derecho Diplomático y Ciencias Sociales. Me faltaban sólo dos asignaturas por examinar: Historia de las Doctrinas Sociales e Historia de las Doctrinas Políticas. Las había estudiado cuidadosamente. Ese año ningún otro alumno hizo el esfuerzo. Estaba desbrozado el camino, pero los acontecimientos se precipitaban en Cuba y comprendí que no era el momento de recibir una beca y estudiar Economía.

Fui a Harvard de visita a fines de 1948. De regreso a Nueva York, adquirí una edición de El Capital en inglés, para estudiar la obra insigne de Marx y de paso profundizar en el dominio de ese idioma. No era un militante clandestino del Partido Comunista, como Nixon con su mirada pícara y escudriñadora llegó a pensar. Si algo puedo asegurar, y lo descubrí en la Universidad, es que fui primero comunista utópico y después un socialista radical, en virtud de mis propios análisis y estudios, y dispuesto a luchar con estrategia y táctica adecuadas.

Mi único reparo al hablar con Nixon era la repugnancia a explicar con franqueza mi pensamiento a un vicepresidente y probable futuro Presidente de Estados Unidos, experto en concepciones económicas y métodos imperiales de gobierno en los que hacía rato yo no creía.
¿Cuál fue la esencia de aquella reunión que duró horas, según cuenta el autor del memorando desclasificado que la refiere? Sólo dispongo del recuerdo de lo ocurrido. De ese memorando he seleccionado los párrafos que mejor explican a mi juicio las ideas de Nixon.

“Castro estaba particularmente preocupado acerca de si pudiera haber irritado al senador Smathers por los comentarios que hizo respecto a él. Al principio de la conversación le aseguré que ´Meet the Press´ era uno de los programas más difíciles en que un funcionario público podría participar y que él lo había hecho extremadamente bien —en particular teniendo en cuenta el hecho de que tuvo la valentía de hablar en inglés sin utilizar un traductor.”

“También era evidente que en lo concerniente a su visita a Estados Unidos, su interés fundamental ´no era lograr un cambio en la cuota azucarera ni obtener un préstamo del gobierno, sino ganar el apoyo de la opinión pública estadounidense para su política.´

“Fue su casi subordinación esclava a la opinión mayoritaria prevaleciente —a saber, la voz de la plebe— más que su ingenua actitud hacia el comunismo y su obvia falta de comprensión de los más elementales principios económicos, lo que más me preocupó al evaluar qué clase de líder sería a la larga. Esa es la razón por la que pasé todo el tiempo que pude tratando de insistir en que si bien él tenía el gran don del liderazgo, la responsabilidad del líder era no seguir siempre la opinión pública, sino ayudar a encaminarla por la vía correcta, no dar al pueblo lo que piensa que quiere en un momento de tensión emocional, sino lograr que el pueblo quiera lo que debe tener.”

“Cuando me tocó hablar, traté de insistir en el hecho de que aunque nosotros creemos en el gobierno de la mayoría, incluso la mayoría puede ser tiránica y que hay ciertos derechos individuales que la mayoría nunca debería tener el poder de destruir.

“Francamente no creo haber causado mucho efecto en él, pero sí me escuchó y parecía receptivo. Traté de presentarle la idea básicamente en términos de cómo su lugar en la historia estaría determinado por la valentía y la habilidad de estadista que demostrara en estos momentos. Insistí en que lo más fácil sería seguir a la plebe, pero que hacer lo correcto a la larga sería mejor para el pueblo y, por supuesto, mejor para él también. Como ya dije, fue increíblemente ingenuo con respecto a la amenaza comunista y parecía no tener ningún temor de que a la larga los comunistas pudieran llegar al poder en Cuba.”

“En nuestras conversaciones sobre el comunismo, nuevamente traté de presentarle los argumentos a la luz de su interés propio y señalar que la revolución que él había dirigido, podría volverse en su contra y contra el pueblo cubano a menos que mantuviera el control de la situación y se asegurara de que los comunistas no alcanzaran las posiciones de poder e influencia. En ese sentido, no creo haber logrado mucho.”

“Insistí lo más posible en la necesidad de que delegara responsabilidades, pero una vez más no creo que me haya hecho entender.

“Era evidente que mientras hablaba de cuestiones como la libertad de palabra, de prensa y religión, su preocupación fundamental era desarrollar programas para el progreso económico. Repitió una y otra vez que un hombre que trabajaba en los cañaverales durante tres meses al año y pasaba hambre el resto del año, quería un trabajo, algo que comer, una casa y alguna ropa.”

“Indicó que era una gran tontería que Estados Unidos entregase armas a Cuba o a cualquier otro país del Caribe. Agregó: ´todo el mundo sabe que nuestros países no van a poder participar en la defensa de este hemisferio en caso de que estalle una guerra mundial. Las armas que obtienen los gobiernos en este hemisferio sólo se utilizan para reprimir al pueblo, tal y como hizo Batista para tratar de acabar con la revolución. Sería mucho mejor que el dinero que ustedes entregan a los países de América Latina para armas se destinase a inversiones de capital.´ Debo reconocer que en esencia apenas encontré en sus argumentos motivos para discrepar.

“Sostuvimos una larga conversación sobre las vías que Cuba podría utilizar para obtener el capital de inversión necesario para su desarrollo económico. Insistió en que básicamente lo que Cuba necesitaba y él quería no era capital privado, sino capital del gobierno.”

Yo me refería a capital del gobierno de Cuba.

El propio Nixon reconoce que nunca solicité recursos al gobierno de Estados Unidos. Él se confunde un poco y afirma:

“...que el capital del gobierno estaba limitado debido a las muchas demandas y a los problemas presupuestarios que estábamos confrontando.”

Es evidente que se lo expliqué porque de inmediato señala en su memorando:

“...que todos los países de América y del mundo pugnaban por obtener capital y que el dinero no iría a parar a un país sobre el que hubiera considerables temores de que se adoptaran políticas que discriminarían a las empresas privadas.”

“De nuevo, en este punto, tampoco creo haber logrado gran cosa.

“Con mucho tacto traté de insinuarle a Castro que Muñoz Marín había hecho un magnífico trabajo en Puerto Rico en lo que respecta a atraer capital privado y en general a elevar el nivel de vida de su pueblo, y que Castro muy bien podría enviar a Puerto Rico a uno de sus principales asesores económicos para que conversara con Muñoz Marín. Esta sugerencia no lo entusiasmó mucho y señaló que el pueblo cubano era ´muy nacionalista´ y sospecharía de cualquier programa iniciado en un país considerado como una ´colonia´ de los Estados Unidos.”

“Me inclino a pensar que la verdadera razón de su actitud es simplemente que no estaba de acuerdo con la firme posición de Muñoz como defensor de la empresa privada y no quería consejos que pudieran desviarlo de su objetivo de encaminar a Cuba hacia una economía más socialista.”

“En los Estados Unidos no debería hablarse tanto sobre sus temores de lo que podrían hacer los comunistas en Cuba o en algún otro país de América Latina, Asia o África.”

“También traté de situar en contexto nuestra actitud hacia el comunismo al señalar que el comunismo era algo más que simplemente un concepto y que sus agentes eran peligrosamente eficaces para tomar el poder y establecer dictaduras.”

“Cabe destacar que no hizo ninguna pregunta sobre la cuota azucarera y ni siquiera mencionó específicamente la ayuda económica.”

“Mi valoración de él como hombre es de cierta forma ambivalente. De lo que sí podemos estar seguros es de que posee esas cualidades indefinibles que lo hacen ser líder de los hombres. Independientemente de lo que pensemos sobre él, será un gran factor en el desarrollo de Cuba y muy posiblemente en los asuntos de América Latina en general. Parece ser sincero, pero o bien es increíblemente ingenuo acerca del comunismo o está bajo la tutela comunista.”
“Pero como tiene el poder de liderazgo al que me he referido, lo único que pudiéramos hacer es al menos tratar de orientarlo hacia el rumbo correcto.”

Así finaliza su memorando confidencial a la Casa Blanca.

Cuando Nixon comenzaba a hablar, no había quién lo parara. Tenía el hábito de sermonear a los mandatarios latinoamericanos. No llevaba apuntes de lo que pensaba decir, ni tomaba nota de lo que decía. Respondía preguntas que no se le hacían. Incluía temas a partir solo de las opiniones previas que tenía sobre el interlocutor. Ni un alumno de enseñanza primaria espera recibir tantas clases juntas sobre democracia, anticomunismo y demás materias en el arte de gobernar. Era fanático del capitalismo desarrollado y su dominio del mundo por derecho natural. Idealizaba el sistema. No concebía otra cosa, ni existía la más mínima posibilidad de comunicarse con él.

La matanza comenzó con la administración de Eisenhower y Nixon. No hay forma de explicar por qué Kissinger exclamó textualmente que “correría la sangre si se supiera por ejemplo que Robert Kennedy, Fiscal General, había dirigido personalmente el asesinato de Fidel Castro”. La sangre había corrido antes. Lo que hicieron las demás administraciones, salvo excepciones, fue seguir la misma política.

En un memorando fechado el 11 de diciembre de 1959, el jefe de la División del Hemisferio Occidental de la CIA J. C. King dice textualmente: “Analizar minuciosamente la posibilidad de eliminar a Fidel Castro [...] Muchas personas bien informadas consideran que la desaparición de Fidel aceleraría grandemente la caída del gobierno...”

Como fue reconocido por la CIA y el Comité Senatorial Church en 1975, los planes de asesinato surgieron en 1960, cuando el propósito de destruir la Revolución cubana quedó plasmado en el programa presidencial de marzo de ese año. El memorando elaborado por J. C. King fue elevado al Director General de la Agencia, Allen Dulles, con una nota que solicitaba expresamente la aprobación de esas y otras medidas. Todas fueron aceptadas y vistas con agrado, y de modo especial la de asesinato, como se refleja en la siguiente anotación al documento, firmada por Allen Dulles y fechada un día después, el 12 de diciembre: “Se aprueba la recomendación contenida en el párrafo 3.”

En un proyecto de libro con análisis detallado de los documentos desclasificados, elaborado por Pedro Álvarez-Tabío, Director de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado, se informa que “hasta 1993 los órganos de la Seguridad del Estado cubano habían descubierto y neutralizado un total de 627 conspiraciones contra la vida del Comandante en Jefe Fidel Castro. Esta cifra incluye tanto los planes que llegaron a alguna fase de ejecución concreta como aquellos que fueron neutralizados en una etapa primaria, así como otros intentos que por distintas vías y razones han sido revelados públicamente en los propios Estados Unidos. No incluye una cantidad de casos que no pudieron ser verificados por disponerse solamente de información testimonial de algunos participantes, ni por supuesto, los planes posteriores a 1993.”

Anteriormente se pudo conocer, por el informe del coronel Jack Hawkins, jefe paramilitar de la CIA durante los preparativos de la invasión por Bahía de Cochinos, que “el Estado Mayor paramilitar estudió la posibilidad de organizar una fuerza de asalto de mayor envergadura que la pequeña fuerza de contingencia planificada anteriormente”.

“Se pensó que esta fuerza desembarcaría en Cuba luego de desarrollarse una efectiva actividad de resistencia, incluidas fuerzas de guerrillas activas. Cabe señalar que durante este período las fuerzas guerrilleras operaban exitosamente en el Escambray. Se concibió que el desembarco de la fuerza de asalto, tras lograrse una actividad de resistencia generalizada, precipitaría un levantamiento general y proliferarían las deserciones entre las fuerzas armadas de Castro lo que podría contribuir considerablemente a su derrocamiento.

“El concepto para el empleo de la fuerza en un asalto anfibio/aerotransportado se analizó en reuniones del Grupo Especial durante los meses de noviembre y diciembre de 1960. Si bien el grupo no adoptó una decisión definitiva sobre el empleo de dicha fuerza tampoco se opuso a que continuara desarrollándose para su posible uso. El presidente Eisenhower fue informado sobre esta idea a finales de noviembre de ese año por representantes de la CIA. El Presidente manifestó su deseo de que se continuaran enérgicamente todas las actividades que ya estaban desarrollando los departamentos pertinentes.”

¿Qué informó Hawkins sobre “los resultados del programa de operaciones encubiertas contra Cuba desde septiembre de 1960 hasta abril de 1961”?

Nada menos que lo siguiente:

“a. Introducción de los Agentes Paramilitares. Setenta agentes paramilitares entrenados, incluidos diecinueve operadores de radio, fueron introducidos en el país objetivo. Diecisiete radio operadores lograron establecer circuitos de comunicación con las oficinas centrales de la CIA, aunque algunos fueron capturados más tarde o perdieron sus equipos.

“b. Operaciones de Abastecimiento Aéreo. Estas operaciones no tuvieron éxito. De las 27 misiones que se intentaron sólo cuatro lograron los resultados deseados. Los pilotos cubanos demostraron pronto que no tenían las capacidades requeridas para este tipo de operación. El Grupo Especial negó la autorización para contratar pilotos estadounidenses para estas misiones, aunque se autorizó la contratación de pilotos para un uso eventual.

“c. Operaciones de Abastecimiento Marítimo. Estas operaciones lograron un éxito considerable. Las embarcaciones que prestaban servicio de Miami a Cuba entregaron más de 40 toneladas de armas, explosivos y equipos militares, e infiltraron y exfiltraron a un gran número de efectivos. Algunas de las armas entregadas se utilizaron para apertrechar parcialmente a 400 guerrilleros que operaron durante un tiempo considerable en el Escambray, provincia de Las Villas. La mayoría de los sabotajes perpetrados en La Habana y otros lugares se realizaron con materiales suministrados de esta manera.

“d. Desarrollo de la Actividad Guerrillera. Los agentes infiltrados en Cuba lograron desarrollar una amplia organización clandestina que se extendía desde La Habana hasta el resto de las provincias. Sin embargo, sólo en el Escambray hubo una actividad guerrillera verdaderamente efectiva, donde se estima que entre 600 y 1 000 efectivos guerrilleros mal equipados, organizados en bandas de 50 a 200 hombres, operaron exitosamente durante más de seis meses. Un coordinador para la acción en el Escambray entrenado por la CIA entró a Cuba clandestinamente y logró llegar a la zona en que se encontraba la guerrilla, pero enseguida fue capturado y ejecutado rápidamente. Otras pequeñas unidades guerrilleras operaban en ocasiones en las provincias de Pinar del Río y Oriente, pero no lograron resultados significativos. Los agentes reportaron que había gran cantidad de hombres desarmados en todas las provincias dispuestos a participar en la actividad guerrillera si contaban con armas.”

“e. Sabotaje.

(1) Durante el período de octubre de 1960 al 15 de abril de 1961 la actividad de sabotaje se comportó de la siguiente manera:

“(a). Se destruyeron aproximadamente 300 000 toneladas de caña de azúcar en 800 incendios.

“(b). Se provocaron aproximadamente 150 incendios más, entre otros, contra 42 casas de tabaco, dos plantas de papel, una refinería de azúcar, dos lecherías, cuatro almacenes y 21 casas de comunistas.

“(c). Se perpetraron alrededor de 110 atentados dinamiteros contra oficinas del Partido Comunista, la planta eléctrica de La Habana, dos almacenes, la terminal de ferrocarriles, la terminal de ómnibus, albergues de las milicias y líneas de ferrocarriles, entre otros.

“(d). Se colocaron unos 200 petardos en la provincia de La Habana.

“(e). Se descarrilaron seis trenes, se destruyeron una estación y los cables de microonda y numerosos transformadores de electricidad.

“(f). Un comando lanzó un ataque sorpresivo desde el mar contra Santiago, que dejó fuera de servicio la refinería alrededor de una semana.”

Hasta aquí lo que se conoce gracias a la información de Hawkins. Cualquiera puede comprender que doscientas bombas en la provincia principal de un país subdesarrollado que vivía del monocultivo de la caña, trabajo semiesclavo, y de la cuota azucarera, ganada durante casi dos siglos como abastecedor seguro, y cuyas tierras y fábricas de azúcar de mayor capacidad de producción eran propiedad de grandes empresas norteamericanas, constituía un acto brutal de tiranía contra el pueblo cubano. Súmese a esto las demás acciones realizadas.

No digo más. Por hoy basta.
Fidel Castro Ruz
7 de julio del 2007
3:00 p.m.