Cuba, la pequeña isla antillana, la rebelde, la sitiada, tal vez haya sido el primer país del mundo en ofrecer su ayuda generosa al gobierno de EEUU. Tal vez sea el único país de la tierra que el mismo día de conocerse el saldo de muerte y destrucción dejado tras el paso del huracán Katrina, guardó un minuto solemne de silencio, un minuto de dolor, por los hombres, mujeres y niños norteamericanos que perdieron sus vidas. No lo hizo en cualquier lugar, sino desde su más alta instancia, el Parlamento Cubano, el Congreso de la República, la Asamblea Nacional del Poder Popular, reunida en esos días.