El Presidente chileno Ricardo Lagos está concluyendo su mandato de seis años empeñado en imponer un proyecto de "punto final" que dejaría en libertad a los terroristas de Estado que -durante la dictadura de 17 años- cometieron los crímenes de lesa humanidad más repudiados por la ciudadanía y los organismos internacionales de derechos humanos.
Curiosamente, se trata del mismo Presidente que hace un año dijo lo contrario: "No sé si mucha gente desea una ley de punto final, pero creo que no hay ninguna viabilidad política para ello y, desde luego, no está en la idea del Gobierno llegar a una cosa de esa naturaleza, porque creo que sería tremendamente negativo para el bien del país" (Radio Cooperativa, 3 de octubre 2004). Y es la misma persona que en 1988 apuntó con el dedo índice al dictador por televisión, anunciándole que una vez que perdiera el Plebiscito de octubre -tal como ocurrió- Pinochet y los militares deberían responder por todos sus crímenes contra una parte de la sociedad. Y gracias a ese dedo acusador que hoy día indulta, fue cómo Lagos se convirtió en la figura política que alcanzó la presidencia de este país en enero del 2000.