Cada día son mayores las evidencias de que el gobierno norteamericano considera el planeta tierra como si este fuera una finca de su propiedad. A la inmensa cantidad de episodios confirmatorios de lo anterior se suma ahora la exigencia de Washington a Nicaragua de que destruya más de un millar de cohetes tierra-aire de fabricación soviética.
Se trata de los conocidos Sam-7, adquiridos por el primer gobierno sandinista en la década del 80 del pasado siglo, que por sus más de 20 años de fabricados y carácter táctico, no ofrecen el menor peligro para los países limítrofes y mucho menos para EE.UU.
En la región se encuentran emplazados o almacenados en arsenales de los países vecinos de Nicaragua, medios de artillería antiaérea mucho más modernos y de mayor alcance, entregados por los propios Estados Unidos mediante tratados de cooperación hemisférica.
Cabe entonces suponer que las "preocupaciones" de la Casa Blanca no están asociadas con el aspecto militar del asunto, sino con la necesidad de reafirmar su posición de rector absoluto en el manejo de las fuerzas armadas de la región, considerada desde siempre como el más seguro traspatio del Imperio.
Tampoco resulta descabellada la idea de que se trate de un ejercicio de exploración con el fin de comprobar la voluntad del nuevo gobierno sandinista de defender los principios soberanos y marchar con rumbo independiente en materia política.
En la insólita exigencia de la Unión están, sin duda alguna, los dos componentes citados, aunque el segundo parece más llevado de la mano dada la incógnita que representa la existencia de un renovado equipo presidencial, encabezado por un veterano antagonista de las posiciones imperiales.
La respuesta del mandatario nica parece confirmar las sospechas de la Oficina Oval. "A Nicaragua, declaró Ortega, se le tiene que respetar y yo voy a defender con la Constitución y la ley, el respeto que se le debe a Nicaragua." Cabe preguntarse por qué Washington recurre a tal procedimiento, solo para conocer lo que la simple observación de los acontecimientos le permitiría percibir con absoluta claridad.
El mundo está cambiando y cada vez más las políticas exteriores de ordeno y mando dejan de ser efectivas. Ejemplos, de ahora mismo, sobran para demostrar la creciente ineficiencia del chantaje y el soborno como medios para extender sus dominios.
Corea del Norte se resiste a abandonar su programa nuclear; mientras el mundo no acuda al desarme general; Irán no cede terreno en su derecho a emplear, como si hacen los desarrollados, la energía nuclear con fines pacíficos; el pueblo iraquí lucha con creciente eficiencia contra la agresión y el crimen.
Y América Latina hace mecer con fuerza indetenible el péndulo hacia la izquierda con el propósito de sacudirse la dependencia, recuperar sus recursos y marchar con rumbo propio, y lo logra oponiendo a la tozudez imperial la fuerza de las ideas.
Quizás resulte oportuno recomendar a Bush, Condoleezza y Gates un ejercicio de meditación en torno a una frase pronunciada por el presidente ecuatoriano Rafael Correa: "No estamos en una época de cambios, estamos ante un cambio de época".
AIN
Agencia Cubana de Noticias
http://www.ain.cu/