Saturday, October 08, 2005

Che, caballero sin tacha y sin miedo

Reunidos en La Paz, altos jefes militares de la dictadura de Barrientos, en complicidad con la CIA, tomaron fríamente la decisión de asesinarlo. Se habían necesitado 3 702 soldados: 1 904 de la Cuarta División, 1 798 de la Octava, y varias horas de combate para neutralizar la pequeña guerrilla en la confluencia de la Quebrada del Yuro con la de San Antonio. Muy pronto la noticia recorrería el mundo.



Se ha podido precisar que el Che estuvo combatiendo herido hasta que el cañón de su fusil M-2 fue destruido por un disparo, inutilizándolo totalmente. La pistola que portaba estaba sin magazine. Esas increíbles circunstancias explican que lo hubiesen podido capturar vivo, relataría luego Fidel.

Al mediodía del 10 de octubre, en un lugar cercano a La Higuera, seis guerrilleros que consiguieron romper el cerco escucharon por radio la noticia de la muerte del Che.

El dolor los enmudeció. No había posibilidades de que fuera un error. Al sobreponerse, coincidieron en continuar su obra. Inti pronunció el juramento: "Che: tus ideas no han muerto (...). Tus banderas, que son las nuestras, no serán arriadas jamás". En efecto, la eliminación física del hombre, la desaparición de sus restos, no consiguieron aplacar la fuerza del símbolo.

Pocos meses después, en el convulso año 1968, la figura del Guerrillero Heroico inspiraba a la juventud de todo el mundo en su lucha contra el capitalismo. En México, Francia y otras partes de Europa, los estudiantes construyeron barricadas, bloquearon las vías y se lanzaron a la calle sin temor a la policía. Hubo huelgas, manifestaciones, represión.

En todas partes la imagen del Che acompañaba a una generación en pugna contra el sistema. Carteles y graffitis reiteraban su invitación a "ser realistas y soñar lo imposible".

Desde entonces, su figura ha identificado a los revolucionarios. Ni la propaganda imperialista, ni falsos intelectuales a sueldo, ni desertores han conseguido desvirtuar su ejemplo.

Con una realidad distinta al resto del continente, para la juventud cubana el ejemplo del Che es la invitación constante a "mantener un espíritu creador", a "abandonar las iniciativas pequeñas".

"Si no existe la organización —advirtió una vez—, las ideas, después del primer momento de impulso, van perdiendo eficacia, van cayendo en la rutina (...), en el conformismo, y acaban por ser simplemente un recuerdo."

"Una juventud que no crea es una anomalía", dijo, y enfatizó en que la juventud no debe ser nunca demasiado dócil ni aparentar una alegría cosmética.

Consciente de que el ejercicio de las armas solamente no basta para preservar el país, insistía en que "debemos defenderlo construyéndolo con nuestro trabajo".

Jean Paul Sartre dijo una vez que en su despacho no parecía transcurrir el tiempo. Allí lo encontró una madrugada, después de una agotadora jornada, para discutir de filosofía. Cuentan que solía recibir a sus visitantes después de las 12 de la noche, concluido el trabajo, y conversar varias horas sobre política, economía o simplemente compartir una partida de ajedrez.

El Che fue siempre inmenso, desde que puso sus conocimientos de Medicina al servicio de los leprosos de la Amazonia y se estremeció ante la explotación de los mineros y la miseria centenaria al pie de las montañas donde reinaron los incas.

"Muchos me dirán aventurero —escribió en la carta de despedida a sus padres— y lo soy, solo que de un tipo diferente, de los que ponen el pellejo para demostrar sus verdades."

Esa afirmación suya se confirma aún ahora. El Che sigue poniendo en juego su piel, su vida, todos los días en la piel y en las vidas de todos los que luchan en cualquier lugar por ese mundo mejor que urge.

¿Acaso no está presente su modo distinto de ser aventurero en jóvenes como los Cinco cubanos secuestrados hace siete años en cárceles de Estados Unidos? Esos hombres lo arriesgaron todo por sus verdades, que son las mismas del pueblo al que calladamente defendieron del terrorismo de sus enemigos.

¿No es el Che uno de esos médicos de Barrio Adentro, o alguno de aquellos otros todavía en espera de una respuesta que parece ya nunca llegará, dispuesto a partir hacia las calles inundadas de Nueva Orleáns?